El peligro de idealizar la espiritualidad

No es “oro” todo lo que reluce en el mundo de la espiritualidad y el crecimiento personal. Esta es una de las mayores lecciones que he ido aprendiendo, casi a la fuerza, en mi propio camino de evolución durante los últimos 15 años. Sobre todo, el aprendizaje ha consistido en no idealizar a nadie. No idealizar aunque la persona medite muchas horas. No idealizar aunque sonría a cada instante y no parezca tener malos momentos. No idealizar a pesar de lo que coma o deje de comer. No idealizar aunque vea (o diga ver) seres de luz y tenga capacidades extrasensoriales. No idealizar a pesar de cómo se etiquete a sí misma (alma índigo, alma sensible, semilla estelar, alma de luz…). No idealizar aunque se autodefina como muy fuerte o como muy débil y golpeada (ojo con cualquiera de estos dos polos). No idealizar a pesar de sus logros materiales. No idealizar a pesar de que sus creencias parezcan muy evolucionadas o espirituales. Seguro que te vienen otros “no idealizar…” en este momento.

Y es que, muchas veces, cuando uno menos lo espera, salta la liebre. Y descubre la mentira. El disfraz. La simple (pero rotunda) verdad de que cada persona tiene sus luces y sus sombras, sin excepción (aunque incomode). El ego espiritual siempre se halla a la vuelta de la esquina. Y lo encontrarás en mí, en ti y en cualquier persona: “Yo soy superior y muy evolucionado. Y los otros son unos dormidos y unos mierdas”. Hoy lo escribo con todas las letras. Para que se entienda el mensaje. “Lo que yo opino es ‘la verdad’. Y quienes no opinen como yo, a la hoguera”. Es decir: polarización radical. División extrema. Ausencia de reflexión. Dominio de la emoción inconsciente. Y vuelta a empezar. Aquí ya nos movemos en arenas movedizas. Y es importante andar alerta.

En algún momento dejarás de idealizarme. Dejarás de idealizarte. Dejarás de idealizar a los demás. Y los verás como lo que son: personas NORMALES en su propio camino de evolución. Personas con sus creencias, sus condicionamientos, sus alegrías, sus tristezas, sus victorias, sus derrotas… Personas que son tan espirituales como tú hagan lo que hagan u opinen como opinen. Y sí, es lógico que con algunas resuenes más que con otras. Pero dejarás de poner pedestales espirituales y de encumbrar a quien te parezca evolucionado o superior. No te quedes en tu emoción visceral e inconsciente a medida que leas este texto. Ahí es donde se quedan la mayoría de las personas. Si realmente estás conectando con lo que expreso y yendo más allá de tu condicionamiento y tus heridas, comprenderás lo que te estoy queriendo decir y surgirá cierta paz en tu interior. Surgirá un amor más profundo y esencial. Un amor que incluya tu sombra y la sombra de todas las personas que habitan este mundo. Ahí está el reto “espiritual” para todos nosotros. En la comprensión de la dualidad de este mundo. Una dualidad que empieza en nuestro interior y que, si no es perdonada e integrada, seguirá llevándonos al extremo de uno u otro polo, con la consiguiente “guerra” interna y externa. Recuerda siempre que la paz del mundo empieza en tu propia paz mental.

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